¿Alguien alguna vez se ha preguntado la fría, monótona y triste vida de un NPC en el juego? Una eternidad condenada a decir y hacer exactamente lo mismo por efectos de unos hilos o programación. Hallar la libertad en un estado de soledad, darse cuenta de las cosas, ver como todo es demasiado perfecto… Don Mario, Ozcar y yo tributamos a esta mini obra de terror psicológico con el primer lugar. A su consideración:
Ya hay una partida guardada ¿Desea sobre escribirla?
El sol brillaba con fuerza, siempre brillaba con fuerza durante las mañanas, como si tratase de desperezarse de su ausencia durante la jornada nocturna, sacando de la cama a todos los ciudadanos y de entre ellos a Clarissa. Clarissa es una chiquilla no muy alta, ni muy baja, tampoco es fea, pero no podríamos llamarla una belleza, es una mujer en potencia que adora los juegos en el parque, caminar bajo el radiante sol y es muy curiosa, nunca ha sido muy amiga de los deportes y sus notas de matemáticas no son las mejores, aunque su madre nunca se ha quejado de ello. En fin… Clarissa es solo una jovencilla más, como cualquier otra, que no destaca del todo, pero sigue siendo única a su modo y eso a ella la satisface y alegra.
Esa mañana salir de la cama fue tan sencillo como era costumbre, el agua de la ducha salía a borbotones a la temperatura que más le gustaba a Clarissa como de costumbre, al bajar las escaleras su madre ya estaba en la cocina como de costumbre y el desayuno eran tostadas con leche como de costumbre. La señorita se despidió de su madre con un gran beso como de costumbre y caminó, como de costumbre, hacia su colegio por la acostumbrada calle lateral de su vecindario, encontrándose como de costumbre con su mejor amiga, quien como de costumbre llevaba el pelo atado con un precioso moño. Como de costumbre charlaron camino al edificio educacional y como era costumbre terminaron hablando de chicos aun cuando siempre se han prometido no retomar esa costumbre, pero ya era una vieja costumbre que les sacaba una risa al darse cuenta de ello.
Esa Mañana todo hubiese sido como de costumbre, si no fuese porque al pasar por la tienda de dulces, la señora Norris no las saludo como de costumbre. Ni siquiera estaba la tienda abierta. -¿Habrá enfermado?- Se pregunto en voz baja la pequeña Clarisa sucediéndole a esa pregunta la siguiente inquietud… ¿Cuándo fue la ultima vez que enferme?… o mama o cualquier otra persona que recuerde. La mano de la joven se fue a su boca distraídamente mientras pensaba y trataba de recordar cualquier indicio de enfermedades en sus memorias, pero solo lograba recordar las que les enseñaban en la lección… Entonces volvió a preguntarse -Si son tan contagiosas y graves como nos han enseñado ¿porqué no conozco a nadie que haya enfermado?-.
Al escuchar estas palabras, Anaís, su amiga giro su mirada hacia ella sonriéndole y respondiendo con toda su inocencia –porque no serian las cosas como de costumbre-. Esas palabras dejaron a Clarissa en un hiatus siendo incapaz de seguir caminando. Anaís la observó con Severidad apurándola, no podían llegar tarde al colegio, aunque fuese la primera vez en su vida que llegaba tarde a algún lugar… pero Clarissa no caminó, se dio media vuelta dejando a su amiga completamente sola mientras corría en dirección a la tienda de la señora Norris… “Algo andaba mal, algo anda mal” se repetía con cada zancada que daba en su loca carrera volviendo en sus pasos… ¿Es que nadie ve la rutina en la que estamos atrapados?¿¡Nadie!?…
Entonces llego a las puertas de la tienda, agotada y jadeante.
Un par de ojos escudriñaron en la oscuridad. Algo no se estaba comportando como se supone que debía hacerlo, mas eso no era razón de desanimo, al contrario. Una mano gris se elevó aun oculta en la oscuridad tirando suavemente de unos finos hilos. La cremallera que sellaba su boca se elevo formando una gran sonrisa.
-¿Madre?- Preguntó con incredulidad Clarissa cuando la vio interponerse entre ella y la tienda.-Madre, ¿Qué haces aquí? de… deberías estar en casa… como… de…costumbre-. Esas ultimas 3 palabras sonaron como agujas en el pecho de la chica.
-Vine para llevarte al colegio pequeña- sonrió su madre -supuse que te habrías desviado del camino-
– Pero… ¡imposible! ¿Cómo lo adivinaste?
– Una Madre sabe siempre lo que traman los hijos
– Yo…yo no trame nada, solo quería cerciorarme de…algo
– No hay nada de que cerciorarse hija mia, vamos- y la gentil mano de la madura mujer se extendió hacia Clarisa.
– ¡No!- exclamó la chica volviendo a huir, dejando nuevamente a alguien atrás.
A la primera gran sonrisa se le unieron dos risas y dos pares de ojos más.
Clarissa rodeo la cuadra, agitada, mirando en todas direcciones verificando que su madre no la había seguido…sospechaba que daría nuevamente con ella, aunque seguía sin explicarse el cómo.
Cuando se vio a solas trepo una de las murallas hasta lo más alto y sin perder el equilibrio recorrió todo el contorno de esta hasta llegar al patio de la tienda de la señora Norris, donde aterrizo. Agazapada como si fuese una criminal que teme ser descubierta se escurrió por el jardín hasta las inmediaciones del lugar hallando una puerta que conectaba con la casa. Ingresó silenciosa, sosteniendo la puerta con ambas manos para que no crujiese hasta encontrarse dentro del inmueble. Al fin pudo respirar aliviada.
Como un gatito despistado olfateo el lugar entornando los ojos en busca de alguna pista a sus alocadas preguntas… sí, alocadas eran y es que ni ella podía creer lo que estaba haciendo. Luego de un par de pasos recorriendo la cocina se condujo hasta el recibidor sin encontrar pistas algunas, para luego ir a parar a la habitación de la mujer. Ahí se detuvo frente a la puerta…algo le decía que no debía seguir adelante, pero ya había llegado muy lejos para dar pie atrás, ya se había perdido el primer periodo después de todo y de volver a casa su madre la castigaría… debía continuar… y así lo hizo. Abrió la puerta.
Por muy sencilla que fuese la visión que había frente a sus ojos no dejaba de ser en lo absoluto perturbadora. Frente a Clarissa se encontraba la señora Norris, de pie y sin terminar de vestirse, con las manos extendidas sacando un vestido que mecía la brisa que entraba por la ventana escasamente abierta. Era como si estuviese congelada en el tiempo.
Con toda prisa la muchacha se le acerco meciendo su mano frente a los ojos de ella, comprobando que aun respiraba y tomándole el pulso… era anonadante, estaba viva y tibia y aun así no reaccionaba. Intento picarla y nada, intentó gritarle muy fuerte y nada sucedió. Cayó de bruces, nadie le
había enseñado nada de eso. Entonces antes de que pudiese pensar alguna razón la puerta del recibidor trono dos veces.
-¡Clarissa! Sé que estas ahí- exclamo la madre de la chica. -¡Clarissa!- volvió a repetir golpeando en la psiquis de la muchacha. Nuevamente tendría que huir… pero a ¿dónde? Fuese donde fuese seria hallada por… por… ¡esa cosa!
Otros hilos fueron tirados.
Clarissa ya había abandonado la casa de la señora Norris, corriendo sin rumbo alguno bombardeando su cabeza con preguntas y es que no era para menos si a cada paso que daba veía las mismas cosas que veía todos los días en la misma posición. Entonces se pregunto si su ausencia habría significado algo y corrió de vuelta al colegio. Ingresar al recinto fue sencillo, demasiado, nadie vigilaba las puertas del lugar ¿alguien las vigilaba desde el principio? Corrió por los pasillos y subió las escaleras hasta su salón, se asomó a la ventanilla y vio como todo estaba igual que siempre, vio a Anaís junto a un pupitre vacio y nadie actuaba como si fuese extraño. ¿Solo Clarissa podía notar las diferencias?
Asustada de sí misma, de sus ideas y de todo, volvió a las calles observando el cielo, perdiendo su vista en la inmensidad frente a sus ojos perdiendo su vista… en… un par de ojos rojos muy muy a lo lejos en el cielo. La chica se froto los ojos con fuerza -¡Imposible! ¡Alucinaciones!- gritó a todo pulmón dejándose caer de rodillas al piso.
-Pero, nunca antes he mirado fijamente el cielo… no hay edificios altos o montañas que mirar- La chica volvió sus ojos hacia arriba y los rojos orbes seguían ahí observándola y ni siquiera eran los únicos. Enormes ojos almendrados de color ámbar, una sola enorme esfera ocular y dos blancos ojos cuyo iris eran casi dos simples líneas negras. Cada par de ojos estaba acompañado de una gigantesca sonrisa. Clarissa apretó sus ojos y lloró amargamente, lloró como nunca antes había llorado… ¡Nunca antes había llorado! Y eso hizo aun más amargo su llanto.
La curiosidad aumentó. Varios hilos fueron tirados.
Entonces Clarissa se vio rodeada por desconocidos, gente que la observaba escrutándola y preguntándose porque lloraba. Sin dejar de llorar los fulmino con la mirada -¡Tontos y ciegos!- Les gritó –¡Títeres de la rutina Tite…!- Sus ojos se abrieron de par en par, se levantó y busco entre sus brazos, entre sus ropas. Y entonces rió, rió con fuerza, tanta fuerza que algunos tuvieron que dar algunos pasos atrás.
-Clarissa ¿Qué haces? Volvamos a ca…- La mujer no logró terminar su frase, dado que a penas la chiquilla la escuchó de entre la multitud abandonó su posición y se lanzó a ella como una fiera enjaulada.
Los ojos de la mujer seguían llenos de cariño aun cuando la falta de aire comenzaba a afectar sus sentidos tratando de articular palabras que jamás volverías a ser escuchadas.
-Estoy rota Madre ¡rota! Ya no les sirvo para nada- Exclamaba con fuerza Clarissa mientras sus dedos formaban un anillo en el cuello de su Madre.
Varios brazos tiraron de la chiquilla, pero ya era tarde para su Madre.
Después del incidente la pequeña Clarissa fue detenida y llevada a su casa, llevada a casa porque en todo el lugar no existía ningún sitio donde poner a alguien de su condición… Loca. La habitación fue forrada por dentro por colchonetas de blanco color y la puerta completamente estancada, las ventanas de toda la casa fueron clausuradas y una vez al día era visitada por la voz de un hombre que hacía llamarse psiquiatra, él era el que la alimentaba desde afuera de la habitación y decía querer curarla, pero el hombre no podía entender que Clarissa ya estaba curada. Ella por si misma se había liberado de los hilos y había liberado a su madre de vivir manipulada… era una Heroína y estaba disfrutando su premio, estaba disfrutando su… Libertad.
Porque… Ahora lo era ¿No?
Las sombras se alejaron de la sala. Gengar, Banette, Gastly y Dusclops ya se habían divertido suficiente jugando con la enorme maqueta que ocupaba la mitad de la sala. Quizás otra tarde jugasen una nueva partida.
:S Excelente historia, el final me puso los pelos de punta, aunque muy repetitiva la frase “Como de costumbre”.
La idea de los NPC me gustó, pero siento que es algo repetitivo, le faltó mas suspenso.
muy bueno, y no lo veo tan repetitivo simplemente es parte de la historia y desde ai te empiezas a imaginar que va a pasar pero aun asi estas en suspenso
entonces era una maqueta como cuando ash pelea contra sabrina o que rollo?
Buena historia merecido peimer lugar
:o el final si que fue inesperado, felicidades por el primer lugar